miércoles, 9 de marzo de 2011
PARAFERNALIA
martes, 15 de febrero de 2011
PALIMPSESTO
(Del lat. palimpsestus, y este del gr. παλίμψηστος).
1. m. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.
2. m. Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a escribir.
Pensar la ciudad, o más propiamente el tejido urbano, como un gran palimpsesto. Un conjunto de texturas, tramas y capas que se van borrando pero que no desaparecen del todo, y sobre las que otras texturas y capas se van imbricando y entrelazando formando una textura híbrida y anárquica, pero legible y habitable. Ir en busca de esas huellas de lo «anterior» cotidiano podría ser un ejercicio interesante si se desquitara del ejercicio todo tufillo a turismo o a negocio, si fuera un recorrido mental más que una visita guiada. Pintar y volver a pintar encima. nosotros, también, futuros palimpsestos de palimpsestos, estamos marcados por huellas del pasado y determinando quién sabe, acaso las huellas de un futuro desconocido que no tendrá como protagonistas ni como pasajeros. En algunas calles de la ciudad todavía está la huella del tranvía. No la huella mnémica, sino las vías de un tranvía, como testigos de un reccorrido fantasma que uno bien podría revivir a pie, si quisiera. Así como las construcciones de tiempos remotos, por alguna razón que desconozco, están enterradas metros bajo tierra (,¿Por qué la Roma Antigua bajo tierra?, y Pompeya, el barco de la costanera, como si lo oculto fuera algo, no que se de devela, sino que se desentierra) sobre el suelo que hoy pisamos, también yo voy a ser en el futuro capa de capas, cimiento de próximas construcciones.
INDECIBLE
1. adj. Que no se puede decir o explicar.
jueves, 3 de febrero de 2011
POROROCA
En avañe'ẽ o tupí-guaraní, pororó-ká designa un fenómeno que se da en los grandes ríos de América del Sur (vgr. el Orinoco y el Amazonas; no el Río de la Plata, que no es un río sino un charco híbrido, una especie de río cuadrado que no se sabe bien dónde empieza ni dónde termina y no serpentea como la gente sino que se va diluyendo poco a poco no en longitud sino en anchura) según el cual, cerca de sus desembocaduras y en determinados momentos del día o del año, en virtud de las mareas, los astros, ángeles y arcángeles, el agua del mar invade las aguas del río y se precipita tierra adentro, a contracorriente, generando poderosos estruendos que dan origen al término, y un oleaje que, si bien puede alcanzar los 4 metros de altura, se distingue del estrictamente marino porque las olas pueden pasar horas enteras sin romper, a medida que se adentran en la selva espesa. Eventualmente, sí, como todo, irán perdiendo sus fuerzas y acabarán por diluírse. Los habitantes ribereños suelen estar preparados para tratar de minimizar los efectos indeseables del fenómeno; bien lo sabían los waraos -aunque de esto poco supieran los españoles- que sabían guiarse por estos ríos aún de noche, haciendo uso de los astros, ángeles y arcángeles. Aguzando el oído, uno, como un warao, puede escuchar que el oleaje marino se acerca, como una avanzada vertiginosa, y salir rajando tierra adentro, recordando que los animalitos hacen lo mismo aún antes de que se alerte de un tsunami. Hay tiempo de buscar refugio, porque el sonido anticipa hasta una media hora el macareo. Chupate esta pororoca.