viernes, 6 de julio de 2018

OSTRACISMO

(del gr. ὀστρακισμός ostrakismós)


1. m. Entre los antiguos atenienses, destierro político.
2. m. Apartamiento de cualquier responsabilidad o función política o social.


Cuenta S.H. que, en la así llamada Grecia Clásica, es decir en Atenas, se instituyó el ostracismo para desembarazarse —uno puede, también y literalmente, desembarazarse de un feto, es decir de un embrión de mamífero placentario—, de ciudadanos sospechosos de haber acumulado demasiado poder. Es interesante que ὀστρακισμός viene de ostrakon, que significa «pedazo de cerámica», era efectivamente eso: una concha o fragmento calcáreo sobre el que el escriba o el aprendiz de escriba grababa el nombre del desterrado —por cierto que la condena nunca era inferior a una década—. Un ostrakon, entonces, es un trozo de palabra, un fragmento de historia. Ciertas tribus túrquicas de Pakistán desterraban también a los renegados a una nada polvorienta, probablemente en la frontera con la India, hoy vergel yihadista. Los apaches hacían caso omiso de las viudas: temen tanto el paroxismo del dolor que cuando ven a alguien que lo sufre optan por hacer como que no existe. Los chimpancés, los leones y los lobos también practican diversas formas del exilio y el destierro mediante las cuales obligan a abandonar el grupo a uno de los suyos, sea porque es demasiado débil como para comprometer a la manada o demasiado escandaloso como para ser tolerado por el resto. Los amish acuñaron el concepto de Meidung, la muerte lenta. Un amish compró un auto para llevar a su hijo enfermo al médico del pueblo más cercano, cuando es bien sabido que entre los amish está prohibido conducir vehículos a motor. Se le rechazó. Se le suspendió todo contacto. Se le ignoró y desconoció. Dejó de existir para ellos y por lo tanto perdió, el desterrado, todo rastro de su propia identidad. Como un guante, se dio vuelta para adentro, se encerró; se le hizo imposible comer, empezó a ver borroso y eventualmente se murió. Un destierro también puede ser mental. Uno puede irse de donde esté y refugiarse en sí mismo, en recuerdos o en imposturas: es lo que uno hace cuando se aburre en una fiesta.

martes, 27 de noviembre de 2012

NEGRO

(Del lat. niger, nigri).
 
1. adj. Se dice del aspecto de un cuerpo cuya superficie no refleja ninguna radiación visible.
2. adj. Se dice de la ausencia de todo color. U. m. c. s. m.
3. adj. Que es o se considera propio de los grupos étnicos caracterizados por este color de piel.
4. adj. Moreno, o que no tiene la blancura que le corresponde.
5. adj. Oscuro u oscurecido y deslucido, o que ha perdido o mudado el color que le corresponde.
6. adj. Clandestino, ilegal.
8. adj. Dicho de ciertos ritos y actividades: Que invocan la ayuda o la presencia del demonio o del poder maligno. 
9. adj. Muy sucio.
10. adj. Dicho de la novela o del cine: Que se desarrolla en un ambiente criminal y violento.
11. adj. Sumamente triste y melancólico.
12. adj. Infeliz, infausto y desventurado.
13. m. Persona que trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otro, especialmente en trabajos literarios.
19. f. Mala suerte
20. f. Mús. Nota cuya duración es la mitad de una blanca.

Así como sinistra es, en italiano, toda una categoría moral y más aún, una cosmovisión que mucho dice respecto de la forma de ver las cosas de la sociedad judío cristiana o al menos, de la (¿pasada?) (nunca difunta) modernidad, del mismo, pues, modo la profusión de adjetivos, regionalismos y modismos coloquiales, adjetivos y apelativos que siguen a la definición up supra no refieren para nada a la escala cromática. Cuando decimos negro, no hablamos de valores de CMYK (100, 100, 100, 100) ni RGB (0, 0, 0) ni menos aún de HTMLs (#000000)  sino que hablamos, en 16 de las 20 acepciones listadas arriba -hay más- de escalas ideológicas. Una ética de la polisemia. Hablamos, como diría Todorov, de nosotros y los otros. El grado cero cromático-ideológico es el blanco, la summa summarum de la hipocresía colorística. 
Me vengo a enterar que el vocablo viene del latín niger (¿será por eso que el país..?). Así las cosas, en The Shining:
"Did you know, Mr. Torrance, that your son is attempting to bring an outside party into this situation? Did you know that?"
"No."
"He is, Mr. Torrance."  
"Who?"
"A nigger."
"A nigger?"
"A nigger cook."
También el futuro es negro cuando no es venturoso, las nubes negras presagian tormenta, y negro es el Black Book de Lawrence Durrell. Pero, al mismo tiempo, negra es la noche, negra es la sombra que nos proteje del sol. Y negros son esos a los que Borges les dedica una milonga, esa que empieza: Alta la voz y animosa / como si cantara flor / hoy, caballeros, le canto / a la gente de color.

martes, 11 de septiembre de 2012

VERBOSO



1. adj. Abundante y copioso de palabras.


Tiende, la gente perspicaz, a desconfiar de los verbosos. Ya lo decía Próspero: No tongue; all eyes: be silent.

lunes, 6 de febrero de 2012

PONZOÑA

(Del lat. pontionāre).

1. f. Sustancia que tiene en sí cualidades nocivas para la salud, o destructivas de la vida.

2. f. Doctrina o práctica nociva y perjudicial a las buenas costumbres.


Yo la leo como energía equis, una especie de golpe bajo (sobre todo a nivel discursivo), te pegué donde más te duele. O bien: se la tenía jurada. Le respondí con la ponzoña más negra que se me ocurrió en ese momento; se quedó con la boca abierta (no se lo esperaba, viniendo de mí).

miércoles, 9 de marzo de 2011

PARAFERNALIA

1. f. Conjunto de usos habituales en determinados actos o ceremonias, y de objetos que en ellos se emplean. U. m. en sent. irón.

Trasladar toda esta parafernalia de acá para allá, como si se tratara, se trata de hecho, de una mochila muy pesada. La parafernalia es física, pero también es mental, psíquica. ¿Los recuerdos también son una parafernalia?

martes, 15 de febrero de 2011

PALIMPSESTO

(Del lat. palimpsestus, y este del gr. παλίμψηστος).

1. m. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente.

2. m. Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a escribir.


Pensar la ciudad, o más propiamente el tejido urbano, como un gran palimpsesto. Un conjunto de texturas, tramas y capas que se van borrando pero que no desaparecen del todo, y sobre las que otras texturas y capas se van imbricando y entrelazando formando una textura híbrida y anárquica, pero legible y habitable. Ir en busca de esas huellas de lo «anterior» cotidiano podría ser un ejercicio interesante si se desquitara del ejercicio todo tufillo a turismo o a negocio, si fuera un recorrido mental más que una visita guiada. Pintar y volver a pintar encima. nosotros, también, futuros palimpsestos de palimpsestos, estamos marcados por huellas del pasado y determinando quién sabe, acaso las huellas de un futuro desconocido que no tendrá como protagonistas ni como pasajeros. En algunas calles de la ciudad todavía está la huella del tranvía. No la huella mnémica, sino las vías de un tranvía, como testigos de un reccorrido fantasma que uno bien podría revivir a pie, si quisiera. Así como las construcciones de tiempos remotos, por alguna razón que desconozco, están enterradas metros bajo tierra (,¿Por qué la Roma Antigua bajo tierra?, y Pompeya, el barco de la costanera, como si lo oculto fuera algo, no que se de devela, sino que se desentierra) sobre el suelo que hoy pisamos, también yo voy a ser en el futuro capa de capas, cimiento de próximas construcciones.



INDECIBLE

1. adj. Que no se puede decir o explicar.


La misma palabra encierra su imposibilidad. ¿Cómo nombrar algo que no tiene nombre, un concepto que estamos a punto de alcanzar pero que siempre se nos escapa, cuya imagen tenemos presente, sí, sabemos lo que significa, pero no hay un concepto en la lengua que la defina? Indecible no es innombrable (adj. Que no se debe o no se puede nombrar), que encierra una proscripción, el dedo índice perpendicular a los labios. No es que lo indecible no se pueda nombrar, sino que no se puede expresar con palabras, y es ahí donde uno comprende cabalmente que el lenguaje es una cárcel perfecta, como decía Burroughs, y que el preso es uno. Cualquiera que haya tenido que traducir cualquier cosa de un idioma a otro sabe cabalmente esto: el ejercicio de traducción no es aquel donde se completa una tabla de equivalencias entre una lengua y otra, sino que es siempre un trabajo minucioso de búsqueda de alternativas y posibilidades inexactas y aproximadas. Términos para los que no sólo no existe una palabra equivalente sino que uno debe usar a veces un conjunto de palabras, y aún así tiene la sensación de que el sentido exacto del original sigue siendo elusivo, se escapa, está cerca pero nunca se alcanza. Hace mucho, cuando trabajaba de vendedor en una librería, tratando de sumar mi granito de arena para que la gente comprara los libros que yo había leído o los que me hubiera gustado leer, y desaconsejando con los mismos modales más o menos disimulados la compra de los opuestos, experimenté este problema en carne propia con el eterno problema de las categorías de las bases de datos. Además de vender y recomendar libros, tenía yo que ingresar en el sistema los libros nuevos que iban llegando a la librería, y así surgía el inconveniente relacionado con los géneros: drama, autoayuda, novela histórica, biografía, ensayo. Tantos libros que no encajan dentro de esas categorías estáticas, inamovibles o que, peor, coinciden con todas o con casi todas. ¿Qué hacer? El sistema no permitía dejar campos en blanco. Esto me vino a la cabeza ahora que releía La Repetición, esa novela tan interesante de Peter Handke: ensayo (por momentos); autobiografía (por momentos); poesía (por momentos).