lunes, 6 de julio de 2009

PERTINAZ

(Del lat. pertĭnax, -ăcis).
  1. adj. Obstinado, terco o muy tenaz en su dictamen o resolución.
  2. adj. Muy duradero o persistente
Corroboro esta mañana que, efectivamente y tal lo había previsto anoche, el lunes ha seguido al domingo. El orden imperturbable de los días y de las estaciones parece regularnos, aún cuando su gobierno sea suave, casi invisible. ¡Obstinado! ¡Pertinaz! Quizás el arte sea, después de todo, una manera de escapar de tan rígidos designios. Como fuere, anoche me despertaron las gotas de lluvia, que golpeaban contra la ventana. Ellas también, invisibles. De noche, la lluvia no se ve, sino que se oye, se intuye, se adivina. Qué agradable es sentir las gotas de lluvia que golpean contra la ventana de uno, sabiendo que uno tiene dónde protegerse. Aquí, en mi exilio voluntario, opté por abrazar mi almohada como si de un ser vivo se tratara —cada vez más, tengo mis dudas— y proseguir la noche de mis sueños, de los que al despertar no recordé, esta vez, nada. Una penumbra persistente indicaba lluvia, oía truenos, aisladas fulguraciones. ¡Qué bella manera de comenzar la semana! Si era, tal como todo indicaba, en efecto lunes, pues ayer fue domingo y sábado el día anterior. Salir enfundado en un piloto y paraguas al tono; las luminarias, desorientadas, que todavía no han advertido el día que hace rato ha amanecido y se obstinan en su anaranjado municipal, y los tacos de las señoras que resuenan más fuertes contra los adoquines mojados. Miré por la ventana y en efecto advertí que llovía. No por ver gotas de lluvia, sino un paisaje velado, como neblinoso, contornos que se adivinan. La lluvia es un ejercicio de inteligencia; lluvia sagaz. Desde el departamento mío, este de Coghlan, veo todo. La salida y la puesta del sol, el río, la zona norte. A veces pienso que este departamento mío se asemeja más a un panóptico que a una vivienda hecha para ser habitada por personas, y me pienso a mi mismo como guardián involuntario del paso inexorable de los días, controlador de un orden invisible pero certero; en todo caso, mi tarea de vigilancia ha sigo negligente —no puedo negarlo—, pero eficaz. Hoy es lunes, ayer fue domingo. Debo salir para el trabajo. Desayuno y me voy. Si todo sigue como hasta ahora, este día de hoy que amaneció lluvioso, a esta misma hora, mañana se llamará martes.