lunes, 23 de marzo de 2009

POLIANDRIA

(De poli-1 y el gr. ἀνήρ, ἀνδρός, varón).

1. f. Estado de la mujer casada simultáneamente con dos o más hombres.



Mucho menos frecuente que su hermana mayor, la poligamia, el orden social poliándrico aparece en los primeros momentos de la historia de la sexualidad, siendo uno de los modos más antiguos de organización de la vida sexual de las sociedades trivales en la prehistoria, cuando se consideraba a la mujer como la responsable de la fecundidad y de la descendencia de la familia, valores éstos importantísimos en la antigüedad. Bastante común en el Tíbet y en ciertas islas de la Polinesia, la poliandria no debe asociarse automáticamente con los valores propios de una sociedad matriarcal; a menudo no hay relación entre ambos fenómenos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

CAOS

(Del lat. chaos, y este del gr. χάος, abertura).

1. m. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.

2. m. Confusión, desorden.

3. m. Fís. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos, aunque su formulación matemática sea en principio determinista.



"Echó a andar hacia una pradera. Pero el césped estaba muerto, ahogado por el musgo; los pies se hundían y chocaban con cepas sepultadas y tocones enterrados desde años atrás. Intentó seguir una avenida cuyo trazado era aún visible; pero los árboles, entregados a sí mismos, la obstruían con sus ramas. Este jardín en otro tiempo debió de ser plantado de árboles frutales y árboles de flores. Nogales gruesos como encinas y zumaques con pequeños frutos de un color violeta negruzco enredaban sus brazos en las cabezas tullidas de los manzanos viejos, de troncos hendidos, de llagas curadas con líquenes; malezas inexplicables agitaban sus vainas debajo de árboles bizarros cuyo origen y cuyo nombre ignoraba por completo. En este empujón de vegetación, en estas madejas de verdor que crecían a su antojo en todos los sentidos, las coníferas desbordaban en pinos, abetos, epíceas y cipreses. Algunos, gigantescos, como techos de pagodas, balanceando las campanas oscuras de sus copas, otros perlados de bellotas rojas elevaban sus mástiles erizados, redondeaban troncos enormes de donde manaban, como gotas de azúcar derretido, lágrimas de resina blanca. Avanzaba lentamente, apartando los arbustos, pisoteando las matas. Pronto el camino se hizo impracticable; ramas bajas de pinos obstruían el sendero y corrían por tierra, matando toda vegetación que hubiere debajo y sembrando el suelo de millares de alfileres oscuros. Acá y allá se cruzaban grandes encinas que crecían de cualquier modo y, muertas de vejez, servían de apoyo a las plantas parásitas que se enrollaban a ellas, enredándose en finos enrejados apretados como bucles; membrilleros y perales se cubrían de hojas más allá, aunque su savia debilitada era inerte para procrear frutos. Todas las flores cultivadas en los parterres habían muerto; era una inextricable madeja de raíces y de lianas, una invasión de grama, un asalto de hortalizas nacidas de simientes llevadas por el viento, de legumbres no comestibles, con pulpas lanosas, con carnes deformadas y agriadas por la soledad de una tierra incultivada. Y un silencio sólo interrumpido a veces por chillidos de pájaros asustados, saltos de conejos sorprendidos y fugitivos se cernía sobre esta hemorragia vegetal, sobre este desorden de la naturaleza, esta rebelión de las especies agrestes y de las cizañas, al fin dueñas de un suelo engrasado por la matanza de las esencias feudales y las flores principescas."

Joris-Karl Huysmans, En rada

lunes, 16 de marzo de 2009

TERCERIDAD

1. f. Cualidad de tercero. En Peirce, término a partir del cual puede considerarse que se engendra el mecanismo del sentido.

Tenemos primero la presencia del Uno, un elemento «a». Es comparándolo con «b» que se produce un efecto de sentido para saber lo que es «a», de lo contrario éste aparecerá en su «primariedad». La introducción del nuevo término llama a la dimensión de secundariedad. Por el hecho de ponerlos en relación, surge un término medio, que en tanto tercero permite asegurar la comparación, la constitución de una cadena y por tanto, la construcción de sentido.

Es el tercero el que define, y el que permite al uno ser visible. Está el uno, lo visible, el dos —todo aquello que no es uno—, y el tres, la relación, el corte; la separación. La primeridad es la cualidad pura. La terceridad es la relación entre una segunda y tercer cosa. La peculiaridad de esta terceridad, llamada por Peirce «interpretante», es que tiene que ser definido como una conexión mental. Cada interpretante tiene una relación de tres, y se define a su vez en tanto conexión mental con otro signo, que implica también otro interpretante definido en función de la relación que ese interpretante define. Esto es lo que se ha denominado «semiosis infinita».

La idea de un elemento tercero significa que hay un modo de establecer una relación, y a su vez esta puede unirse con otra hasta el infinito. Es decir, implica un mundo abierto en cuanto a sus posibilidades de significación. Siempre hay una posibilidad de pensar algo que no había sido pensado, decir algo que no había sido dicho. La idea extraordinaria de la terceridad es que se establece una dinámica abierta de la significación, y sobre todo una dinámica de intercambio posible y de relación. Si se viviera en un mundo con una lógica diádica, no habría proceso posible de designación ni de intercambio. El punto es que en la obra de arte se construye a partir de estos sistemas de relaciones. Lao-Tsé dice que lo importante de una casa es justamente lo que la casa no es, es decir, las puertas y las ventanas. Si no fuera por las puertas y ventanas, la casa en tanto tal no tendría sentido, pues estaría cerrada sobre sí misma. Es por aquello que no es casa que la casa cobra sentido. Asímismo, es por el hecho de que un vaso tiene un vacío o un hueco que el vaso cobra sentido. Esta oquedad, este vacío hueco del no-vaso, es lo que queda de la relación de los bordes, que construyen una relación; lo esencial del vaso es que se construye por ausencia, vale decir: es vaso aquello que vaso no es. Este vacío significante (la terceridad) no tiene nada que ver por aquello que rodea al vaso, la nada circundante, que es sencillamente nada exterior (la segundidad). La terceridad, este vacío significante, es una relación; y es una relación de ausencia que da sentido a lo presente.

ODA

1. (F) Composición poética perteneciente al género lírico. Dividida comunmente en estrofas de tono elevado.

¡Oh! da:

Oda al coraje*

La próxima vez que despiertes
con la patria en la cabeza,
no dudes en morir por ella.
Recuerda al gran Belgrano
su desmedida entrega
y ten por seguro
que morirás empiojado,
entonces harán la vaca
para ponerte un mármol
y te desenterrarán, con suerte,
ochenta años después
y te robarán hasta los dientes.

*En Septiembre de 1902, en el acto de reubicación de los restos de Belgrano, los ministros Joaquín V. Gonzales y Pablo Ricchieri le afanaron los dientes al prócer. En una crónica de La Prensa quedó una frase que es, casi, conmovedora: "Que devuelvan esos dientes al patriota que menos comió en su gloriosa vida con los dineros de la Nación".

(Lucas Brito Sanchez, Ida y Vuelta, Antología de la poesía actual de Chaco y Corrientes (2007), pág. 43.)

jueves, 12 de marzo de 2009

LACERAR

Tr. Lastimar, herir o dañar.

Mis palabras se inmolan perdiéndose en si mismas,
tumbas hambrientas de su propio sentido.
Tu lamento, tu dolerme en los huesos,
laceran la piel de mis resurrecciones.

(Fragmento incierto de la obra de Susana Giraudo)

lunes, 9 de marzo de 2009

INQUIETUD

(Del lat. inquietūdo).

1. f. Falta de quietud, desasosiego, desazón.


Hablaba días pasados con un conocido sobre una serie de películas de terror japonesas de la década del '60 y '50 que yo había estado viendo últimamente (Nagakawa, Kobayashi, etc.), antes de que el género se bastardeara y occidentalizara burdamente. A propósito de esto, señalaba yo que me parecía que la virtud principal del terror oriental es que está desprovisto de los así llamados «golpes de efecto», dominado en cambio por una cierta incomodidad constante, un ligero sentimiento de temor, vago e impreciso pero difícilmente localizable, aunque sí claramente presente —cercano a lo que Freud llamaba «unheimliche», o siniestro, en relación a E.T.A. Hoffmann—. «Algo así como un sentimiento de inquietud», decía yo. Mi interlocutor corroboraba: «eso mismo; inquietud.» «Ahí tenés un buen argumento para una película tuya», decía yo (mi interlocutor es director de cine). «Inquietud». De alguna manera, me resultaba familiar. A la noche, antes de dormir o bien durante el sueño, recordé que Inquietude es el título de una película de Manoel de Oliveira, de 1998. El año pasado, en diciembre, en razón del centenario de su nacimiento, prendí en mi casa una velita en homenaje a don Manoel y le mandé mis saludos a la distancia.

martes, 3 de marzo de 2009

ARCANO

(Del lat. arcānus).

1. adj. Dicho especialmente de las cosas: Secretas, recónditas, reservadas.

2. m. Secreto muy reservado y de importancia.

3. m. Misterio, cosa oculta y muy difícil de conocer.



Antes que su relación más próxima con el tarot, la primera vez que oí esta palabra fue para referirse al estilo críptico de cierto autor italiano cercano a Calvino, hablando de su «uso arcano de la lengua». Fue luego que descubrí su más obvia relación con el ocultismo y el simbolismo. Y Arcano 17 es, a mi juicio, el libro más hermoso de André Breton después de Nadja. Un libro pequeño pero extremadamente sugerente y, a mi juicio, melancólico y lluvioso, un libro para leer en un día de invierno mirando el mar. Breton lo escribió durante un viaje a la península de Gaspé, en Québec, y este clima marítimo y hostil de bruma, de mar y de gaviotas impregna la lectura. El arcano 17 es uno de los 22 arcanos mayores del tarot marsellés, y es representado por una estrella flamígera de ocho rayos, rodeada por otras siete estrellas sobre las que se detiene una joven dormida que derrama en la tierra árida los fluidos de la Vida Universal. Esta carta, como las restantes del tarot marsellés, están dibujadas al interior de un rectángulo que es un doble cuadrado llamado por los alquimistas «rectángulo de la génesis» o «cuadrado largo plateado», figura geométrica que nos remite directamente al Número Aúreo. Los personajes del tarot, no limitados por este cuadro, se pierden por arriba y por debajo, algunos a la izquierda o a la derecha, indicando la existencia de un campo que excede la superficie de la carta, un reino invisible, celeste, subterráneo, positivo, eterno e infinito. Jung destaca que la figura de la joven dormida en el arcano 17 —a quien da el nombre de «sacerdotisa orante» es profundamente religiosa: «En la psicología de una mujer del siglo XX, aislada del contacto con la naturaleza así como de sus sentimientos innatos de interés religioso, la aparición de esta Sacerdotisa de la Naturaleza puede presagiar una nueva conexión con la parte trascendental de sí-mismo (...) la posición de sus piernas nos sugiere la svástica, una forma primitiva de cruz. La svástica, también llamada “martillo de la creación”, simboliza el movimiento continuo del cosmos, conectando de nuevo el trasvase circular de la mujer con la circulación de los planetas que se hallan sobre su cabeza». En la interpretación popular, la mujer vertiendo sus ánforas en cinco torrentes está vinculada a la idea de regeneración y de esperanza. Breton escribió Arcano 17 tras conocer a quien sería su última mujer, Elisa Bindhoff, a quien dedica el libro. «Cuando te vi, en tus ojos estaba aún toda la niebla de una especie indecible; (...) Tu bien sabes que, al verte por primera vez, te reconocí sin duda alguna.»

lunes, 2 de marzo de 2009

PENA

(Del lat. poena).

1. f. Cuidado, aflicción o sentimiento interior grande.

2. f. Dolor, tormento o sentimiento corporal.



Ciertas experiencias extremas son intransferibles, en particular las dolorosas, aquellas vinculadas con la angustia y el desasosiego. No hay palabras para comunicarlas ni dar cuenta de ellas. Quien las sufre, sufre el doble por no poder compartir su padecimiento o su goce. Es que las penas profundas, como las alegrías, son del orden de lo indecible. Imposible disociar unas y otras del sujeto que las acoje; a unas, como a una pesada carga, a otras, como a una compañía delectable. Acaso la pena sea más penosa porque es de uno, siempre será la pena propia, y no hay forma de explicarla. Una hermosa copla de Aledo Meloni canta:

Tengo una pena chiquita
que no se quiere mostrar:
por fuera muy modosita,
por dentro dele llorar.